Por: Guarionex Rosa
La tragedia sufrida por el país a raíz del derrumbe de la discoteca Jet Set y la muerte de más de 200 personas, entre ellas personalidades del sector privado y deportivo y muchos parroquianos, paró en seco el tema haitiano, pero como algo recurrente volverá más tarde a la palestra.
El plan divulgado por el presidente Abinader el pasado domingo 6 que buscaría “parar en seco la entrada ilegal de haitianos”, sino sería una solución radical para un problema viejo, al menos luce un inicio del propósito de proteger al país y que se respete la ley de Migración.
Algunas de las 15 medidas del plan de Abinader tendrán que dar frutos a corto y mediano plazo, como sería la continuación del muro fronterizo, el refuerzo militar de la frontera y la creación de un Observatorio Ciudadano sobre el Funcionamiento de la Política Migratoria.
Otras posiblemente más adelante como la atención médica que reciben en la parte dominicana miles de haitianos, sobre todo parturientas y que ha estado en el ojo crítico de algunos sectores alegando que se privilegia a los extranjeros en desmedro de los criollos.
El presidente Abinader, político sabio, ha sido cauteloso en la materia sanitaria a la población haitiana depauperada que no tienen en su país hospitales hábiles, sobre todo después del imperio de las gangas que han atacado los principales sanatorios.
Hace años cuando yo escribía en el periódico Ultima Hora dije en un análisis, que los dominicanos no tenían otra alternativa que recibir como buenos cristianos a los haitianos que cruzaban la frontera, abrazarlos y curarles sus ñáñaras. Con el tiempo eso resulta un imposible.

Abinader ha hecho lo que puede. Sin el reconocimiento ni la comprensión de los políticos que quisieran desbancarlo antes de tiempo, han desconocido su apelación para formalizar un Pacto Nacional para la Formulación y Ejecución de Políticas de Estado ante la situación de Haití, firmado en 2023.
Las ambiciones políticas y el incremento de la agitación han podido más. Por ello, con el síndrome de abril en mente, se han propuesto manifestaciones anti-haitianas que apuntan a desmembrar, ya que no pueden hacerlo al Poder Ejecutivo, a las fuentes de riqueza y al turismo.
Es un proceder extraño como son los ataques a Frank Rainieri y familia, cuyas empresas son preferidas por quienes buscan empleo en la región oriental, porque pagan mejor. Los Rainieri no han sido quienes han introducido a los haitianos al mercado laboral dominicano.
Llevarle manifestaciones de tinte político a Punta Cana nada tiene que ver con “la lucha patriótica”, más bien con rivalidades regionales o la simple agitación que buscaría un motivo para aupar nombres de rufianes que anhelan montarse en la cresta de la ola política.
El primero que autorizó la contratación de braceros haitianos para picar la caña fue el doctor Balaguer en 1966, cuando los precios del azúcar alcanzaron niveles históricos. Luego en 1978, el presidente Guzmán autorizó un nuevo contrato y más tarde el presidente Jorge Blanco hizo lo mismo.
Abinader ha estado al corriente de que muchas empresas utilizan la mano de obra haitiana porque no puede competir con la dominicana y que los dominicanos han dejado a los haitianos los trabajos más duros. Por hecho propuso un aumento de salarios en el sector turismo.
Con todo, el presidente Abinader y el país disfrutan de que la inflación en marzo fue de 0.31% y la interanual, de 3.58%, entre las más bajas de las economías dolarizadas de la región. RD se ha beneficiado también de que el tipo de cambio de venta de pesos dominicanos por dólares cayó esta semana en 134 puntos en 8 días, desde 63.48 a 62.14.