Abdellah escapó por poco de la muerte tras el violento terremoto que destruyó el pueblo de Talat N’Yaqoub, al sur de Marrakech, pero perdió a dos de sus hijos y está desconsolado.
La noche del sismo, Abdellah Aït Bihi, de 39 años, dormía profundamente cuando de repente “el techo se nos cayó encima”.
“Mi hijo mayor (14 años) salió primero, aún no sabemos cómo. Después, gracias a la ayuda de nuestros vecinos, conseguimos abrirnos un camino. Logré sacar a mi hija de 10 años y a mi mujer”, cuenta este hombre amputado de la pierna izquierda, que perdió su prótesis en el sismo.
Pero no llegó a tiempo para salvar a sus otros dos hijos, de 4 y 12 años.
“Cuando volví, vi al mayor inconsciente, le habían caído piedras en la parte superior del cuerpo, entendí enseguida. El más pequeño seguía vivo y hablaba, pero no tenía forma de llegar hasta él. Recién lo sacaron ayer”, cuenta Abdellah, que también perdió a sus padres en el terremoto, rompiendo a llorar.
“Mis lágrimas no cesan, me gustaría que pararan, pero el dolor es más fuerte que todo”, dice junto a su esposa también desconsolada.
– “La vida ya no será igual” –
Desde el sismo del viernes la familia Aït Bihi se refugió en la entrada del pueblo.
Se instalaron sobre una alfombra, bajo unos olivos, junto a otra familia, la de Latifa Aït Bizli.
Esta mujer de 30 años consiguió salvar a sus tres hijos de 3, 7 y 10 años, y a sus suegros, cuando el techo de su casa se derrumbó.
“La suerte que tuvimos fue que estábamos en la planta alta, cogí primero a mis hijos y conseguí sacarlos”, recuerda Latifa Aït Bizli.
“Cuando la tierra aún temblaba volví por mis suegros”, recuerda.
Una vez fuera, se quedó “atónita” al ver la magnitud de los daños: todas las casas estaban destruidas, incluida la de su hermana.
Murió con su marido y sus dos hijos. “No pude hacer nada por ellos, me carcomen los remordimientos, todavía no me hago a la idea de que ya no están”, lamenta esta mujer de unos 30 años, cuyo marido, que también sobrevivió, se encontraba en otro pueblo la noche del terremoto.
“La vida nunca volverá a ser la misma para nosotros”, resume Latifa, que lamenta sus precarias condiciones de vida.
“Pero gracias a las ayudas, nos las arreglamos para sobrevivir”, dice.
Tras el sismo se organizó una oleada de solidaridad. Muchos marroquíes acudieron a pueblos remotos para llevar alimentos, medicinas, mantas y colchones para las víctimas, utilizando sus propios recursos.
– “Conmocionada” –
Rachida Aït Malek, otra habitante de Talat N’Yaqoub, creyó que iba a morir, pero fue rescatada por sus vecinos.
“Estaba arriba con mis dos hijos, mi madre y dos de mis hermanas, una de ellas embarazada, mientras que mi sobrino estaba en la planta baja. Tres vecinos nos sacaron de los escombros”, explica la mujer de unos veinte años, tumbada bajo un árbol junto a sus dos hijos pequeños.
Fue la última de la familia en ser sacada de entre los escombros, más de seis horas después de la primera sacudida.
Sus dos hermanas tuvieron que ser hospitalizadas, mientras que Rachida, sus hijos y su madre resultaron ilesos.
Pero psicológicamente le cuesta recuperarse. “Todavía estoy conmocionada, no puedo describir el dolor que siento desde que ocurrió esta tragedia. Hemos vuelto de entre los muertos”, dice la joven.
Todavía no se ha encontrado el cuerpo de su sobrino, aunque se han desplegado importantes medios en esta localidad pobre, cercana al epicentro del sismo, para extraer los cadáveres sepultados bajo los escombros.