Melody Valdez
Santo Domingo, RD
Su solo recuerdo la horrorizaba,
como algo atroz que la hubieran obligado
a cometer.
Horacio Quiroga.
El amor, el odio, la traición, la muerte son temas de nunca acabar. En dominicana somos muy devotos al amar, a encontrar ese ser especial. Podemos ser los peores enemigos de cualquier persona y sin darse cuenta esta, clavarle el cuchillo en la espalda, como dice el dicho popular; estamos abrazados a la desgracia y la muerte nos vive tocando día tras día la puerta.
Los gatos, pueden ser queridos por muchos y aborrecidos por otros. Casualmente estos peludos animales pueden abarcar cada uno de los términos mencionados. Se dice que son traicioneros porque muerden la mano de quien les da de comer. Nadie quisiera tener uno negro en casa, pues lo asocian con acciones negativas, como pueden ser la muerte y la desgracia.
Las historias que Elsa Batista relata en su “Siempre odié los gatos” van desde la más tierna historia de amor, hasta la locura desenfrenada y sombras del lecho de muerte. Las reflexiones finales de estos relatos las podemos ver reflejadas en cualquier contexto cultural. En “Cerezo en flor” podemos encontrar de lo que comento al principio de este párrafo acerca de ese querer: han pasado cuatro semanas y aún hoy cuando él me abraza y busca mis labios para besarme, en el palpitar de nuestros corazones siento el repique de un tambor, cierro los ojos para abrir mi noche al olor de cerezo en flor que ella dejó en mi boca.
La relatoría de cuentos de esta autora es posible compararla con el título, “Cuentos de amor, de locura y muerte” pues, Elsa, aflora de una manera tan peculiar los dos últimos, te encarna en la historia y puedes vivir las sensaciones de los personajes. Sonríes, dudas, esperas, te quedas boquiabierta, pero el suceso tiene la última palabra. Esto lo vemos en, “Siempre odié los gatos”, uno de los títulos de sus cuentos y “Blanca Pureza”:
De un tirón, Anita separó aquellas garras de su cuello, y lanzó la criatura fuertemente contra la pared. Un grito infantil, unido al sonido del cuerpo chocando con algo, la hizo correr hacia donde estaba el cuerpo. Quiso recoger el cuerpecito del recién nacido destrozado; colocó sus manos por debajo de la cabecita, y sus dedos se perdieron en un hueco vacío e infinito. (Siempre odié los gatos)
Desde el salón, la música sube, yo levanto el vestido, tomo la cuchilla y la deslizo suave por la muñeca. La sangre empieza a brotar. (Blanca pureza)
En el manejo, abordaje y tratamiento de los personajes no falta el suspenso, la demora y el misterio, desde la campesina que espera su flor de cayena, la fina bata blanca manchada en sangre, la espera del beso apasionado, la frustración de los gatos convertidos en espectros encarnados, amor sin barreras, la pastilla de la tranquilidad, hasta la habitación de las voces entrañadas.
El registro lingüístico que expresa Batista es comprensivo, carece de complicaciones y puede definirse como formal. Expresiones sencillas que nos permiten a los lectores adentrarnos en los cuentos con facilidad y poder crear interpretaciones atinadas del mismo.
En cuanto a las técnicas de la narración, se puede destacar que Elsa dejó en evidencia la lineal y la cámara fotográfica. La forma de contar las historias se desenvuelve en un mismo pie donde el que lee puede mantener el ritmo eficazmente. De igual forma hace una combinación con la cámara, donde ofrece descripciones perfectas que ayudan a que podamos crear interpretaciones certeras de lo que se desea transmitir.
El delgado hilo entre la luz y la oscuridad en “Siempre odié los gatos” nos dejan en la gestación de sensaciones enigmáticas. Se espera que el futuro lector mantenga con vida los refranes, más el de los gatos negros y sus desgracias. Mejor sea que bien recibamos la locura del amor, tejamos la pasión y dejemos al desvelo la parte negra de la carátula, que Elsa Batista nos ofrece con el pulso certero de una visceral y terrible contadora de historias.
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La autora de este artículo es estudiante de Educación orientada a la Literatura de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Pertenece al taller literario de la misma.