Eloi tiene 63 años y es gay, Carla tiene 65 y es trans y Paulina tiene 73 y es lesbiana. Los tres creen que los derechos de la comunidad LGTBI+ española han avanzado mucho en las últimas décadas, pero tras reconocer “viejas oscuridades” en el discurso de la ultraderecha, alertan de su avance y de otros problemas que les afectan, como la falta de visibilidad o la soledad no deseada.
Las personas mayores LGTBI+ buscan su hueco en España y lo logran tal como hizo el pasado miércoles en el pregón del Orgullo en Madrid, la artista trans Manolita Chen, la primera persona que cambió su nombre en su DNI en España, quien a sus 80 años pidió al colectivo “estar (presente) todo el año” no solo esta semana de reivindicación.
Una de esas personas es Eloi Biosca, ex profesor de secundaria en un centro de Villafranca del Pendes (Barcelona), donde todo el mundo sabía que era gay.
“Lo sabían, pero querían que yo les confirmara y está bien que un profesor lo diga porque sientas un referente”, comenta a EFE.
Para Eloi lo más difícil de hacerse mayor siendo gay es combatir la soledad: “el tema es que a partir de cierta edad la gente no sale tanto, hay que montar actividades sociales para que se puedan relacionar, también con jóvenes, porque el diálogo intergeneracional es muy importante”.
LOS PROBLEMAS QUE ENFRENTAN
Josep María Mesquida, director de la Fundación Enllaç, denuncia que a la “discriminación lgtbifóbica se le añade el edadismo” y recuerda que hay enfermedades que acompañan a este grupo, como el VIH, algunas de carácter ginecológico o secuelas de “tratamientos agresivos” en la población trans.
También cuestiones como que muchas mujeres trans “no tienen pensiones dignas” porque han tenido que vivir de actividades de la economía informal, muchas veces la prostitución.
Mesquida pide además que se generen espacios “de encuentro” para luchar contra la soledad y “generar vínculos de cuidado”: “nosotros ya no vamos a los bares, no sabemos movernos en las aplicaciones, hemos perdido muchos compañeros por el VIH, la administración debe reconstruir estos espacios”.
LA VISIBILIDAD DE LAS MUJERES LESBIANAS
Paulina Blanco nació hace 73 años en un pueblo de Extremadura (suroeste) al que tardó 40 años en volver porque su madre y su hermano, “homófobo hasta la médula”, se habían “encargado de contar” quien era la persona con quien salía: “otra mujer”.
A los 14 años, cuando era alumna “de un colegio femenino de monjas”, descubrió que no era “como el resto” de sus compañeras.
“Eran los años 60, nadie había oído hablar de sexualidad, mucho menos de homosexualidad, me sentía en una absoluta soledad, ¿a quién le podía yo comentar lo que sentía?”, comparte.
Paulina, casada hoy con su novia de siempre, subraya que hasta que no fue “capaz de digerir” su “orientación afectivo sexual” no fue capaz de defenderse ante los ataques que sufriría tras salir del armario.
Hoy, se reconoce abiertamente como lesbiana y aún tiene “fuerza para decir basta” a la homofobia y la intolerancia.
“¿Qué es esto de que un político o quien sea me vaya a decir a mí a quién tengo que amar, ya he pasado por esa fase, lo he resuelto gracias a los avances de la sociedad y toda de la gente que ha luchado para tener una sociedad más justa que es lo que importa”, zanja.
SER TRANS MAYOR
Carla comenzó su transición cuando su hija le comunicó que era trans. Ella, nacida hace 65 años, llevaba ya mucho “haciendo escapadas” para buscar espacios seguros en los que identificarse como mujer y ser reconocida como tal.
“Empecé a dudar sobre el género cuando tenía unos siete años, a los trece ya tenía claro que era una chica, pero en plena dictadura era mejor no hacer nada”, dice a EFE en referencia a su transición.
Carla formó una familia y cuando su hija le dijo que era trans, decidió dar el paso: “dejas de vivir una doble vida, vas hablando con gente, con mi pareja, decido que lo más sensato era visibilizarme y aquí estoy”.
Esta catalana pide más “referentes”, algo que le faltó a ella en la juventud así como “un espacio donde refugiarte”, que ella encontró en la asociación EnFemme.
Frente al avance de la ultraderecha pide “asociaciones y espacios en barrios y pueblos”: “resistiremos, hemos luchado hasta ahora, no vamos a abandonar la lucha ni volver a los periodos oscuros de la dictadura, hay fuerza para poder seguir luchando y estamos aquí”.