AP
Moscú
Mijaíl Gorbachov, quien como el último gobernante de la Unión Soviética libró una insuperable batalla para rescatar un imperio en decadencia pero generó reformas extraordinarias que resultaron en el fin de la Guerra Fría, falleció el martes a los 91 años.
El Hospital Clínico Central dijo en un comunicado que Gorbachov murió después de una larga enfermedad. No se dieron a conocer más detalles.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo en un comunicado difundido por las agencias de noticias rusas que el presidente ruso, Vladimir Putin, ofreció sus condolencias por la muerte de Gorbachov y que enviaría un telegrama oficial a la familia de Gorbachov por la mañana.
Aunque estuvo al frente del gobierno menos de siete años, Gorbachov desencadenó una impresionante serie de cambios. Pero rápidamente lo rebasaron, lo que resultó en el colapso del Estado soviético, la liberación de las naciones de Europa del este del dominio ruso y el fin de décadas de tensión nuclear entre oriente y occidente.
Su caída fue humillante. Su autoridad quedó irremediablemente socavada por un intento golpista en su contra en agosto de 1991, y pasó sus últimos meses en el cargo viendo cómo una república tras otra declaraban su independencia, hasta que finalmente renunció el 25 de diciembre de 1991. Un día después, la Unión Soviética inició su viaje hacia el olvido.
Un cuarto de siglo después del colapso, Gorbachov le dijo a The Associated Press que nunca sopesó la posibilidad de usar la fuerza para intentar mantener unida a la Unión Soviética por temor a un caos en una nación nuclear.
“El país estaba lleno de armas. Y hacerlo lo habría llevado de inmediato a una guerra civil”, subrayó.
Muchos de los cambios, incluyendo el desmantelamiento soviético, no se parecieron en nada a la transformación que Gorbachov había concebido cuando tomó las riendas del país en marzo de 1985.
Hacia el final de su gobierno, carecía de poder para ponerle fin al torbellino que había propiciado. De cualquier forma, Gorbachov pudo haber tenido el mayor impacto en la segunda mitad del siglo XX que cualquier otra figura política.
“Me veo como un hombre que inició las reformas que eran necesarias para el país, y para Europa y para el mundo”, dijo Gorbachov a la AP en una entrevista en 1992, poco después de dejar su cargo.
“A menudo me preguntan: ‘¿lo habría hecho de nuevo si tuviera la oportunidad?’ De hecho, sí. Y con más persistencia y determinación”, respondió.
Gorbachov ganó el Nobel de la Paz en 1990 por su papel en el fin de la Guerra Fría, y pasó los siguientes años recogiendo premios y reconocimientos en distintas partes del mundo. Pero era detestado en su país.
Los rusos lo culparon del desmoronamiento de la Unión Soviética, que alguna vez fue una temida superpotencia cuyo territorio se fracturó en 15 naciones. Sus antiguos aliados se distanciaron y lo convirtieron en el chivo expiatorio de los problemas de su país.
Su postulación a la presidencia en 1996 se convirtió en una burla nacional y terminó con menos del 1% de los votos.
En 1997 optó por aparecer en un comercial de televisión para Pizza Hut con el fin de recaudar fondos para su fundación.
“En el anuncio debió tomar una pizza, dividirla en 15 rebanadas como lo hizo con nuestro país, y luego mostrar cómo unirla toda de nuevo”, se burló Anatoly Lukyanov, quien alguna vez fuera su simpatizante.
Gorbachov nunca tuvo la intención de desmantelar el sistema soviético. Sólo quería mejorarlo.
Poco después de asumir el poder, Gorbachov inició una campaña para sacar a su país del estancamiento político y económico, usando el “glasnot” o apertura, para alcanzar su objetivo de “perestroika” o reestructuración.
En su autobiografía, dijo que pasó mucho tiempo frustrado de que en un país con inmensos recursos naturales hubiera decenas de millones de personas viviendo en la pobreza.
“Nuestra sociedad estaba sofocada por las garras del sistema de mando burocrático”, escribió. “Condenada a servir a la ideología y cargar con el enorme peso de la carrera armamentista, se vio sometida a una gran presión”.
Una vez que comenzó, un movimiento llevó al otro: Liberó a presos políticos, permitió un debate abierto y elecciones con múltiples candidatos, les dio a sus compatriotas la libertad para viajar, puso fin a la opresión religiosa, redujo sus arsenales nucleares, estableció vínculos más estrechos con Occidente y no se opuso a la caída de regímenes comunistas en Estados satélite de Europa del este.
Pero las fuerzas que desató escaparon de su control.
Estallaron tensiones étnicas que originaron conflictos y problemas en lugares como el Cáucaso. Huelgas y descontento laboral siguieron al aumento en los precios y a la escasez de productos de consumo.
En uno de los puntos más bajos de su mandato, Gorbachov autorizó medidas represivas contra intranquilas repúblicas bálticas a principios de 1991.
La violencia puso a muchos intelectuales y reformistas en su contra. Las elecciones competitivas también produjeron una nueva camada de políticos populistas que desafiaron las políticas y la autoridad de Gorbachov.
El más notorio de ellos fue su antiguo protegido y eventual némesis Boris Yeltsin, quien se convirtió en el primer presidente de Rusia.
“El proceso de renovación de este país y de introducción de cambios fundamentales en la comunidad internacional resultó ser mucho más complejo de lo que se había previsto en un principio”, dijo Gorbachov a la nación al abandonar su cargo.
“Sin embargo, reconozcamos lo que se ha logrado hasta ahora. La sociedad ha adquirido libertad; se ha liberado política y espiritualmente. Y éste es el logro más importante, que no hemos asumido plenamente en parte porque todavía no hemos aprendido a utilizar nuestra libertad.”
Mijaíl Serguéievich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en el pueblo de Privolnoye, en el sur de Rusia. Sus dos abuelos eran campesinos, presidentes de granjas colectivas y miembros del Partido Comunista, al igual que su padre.
La agencia noticiosa oficial Tass reportó que Gorbachov será enterrado en el cementerio Novodevichy de Moscú, donde yacen los restos de su esposa.