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Muchos en el “Pequeño Haití” se han marchado tras cierre de frontera

“Se están yendo voluntariamente”, comentó a LISTÍN DIARIO Luis Gil, un vendedor callejero de mercancía usada, sobre la ausencia de haitianos en el “Pequeño Haití”, una zona donde, por muchos años, ha reinado el comercio de alimentos, las flores y utensilios religiosos, pero marcada por el caos urbano, la basura amontonada en las calles y el irrespeto a los espacios públicos.

Al igual que Gil, otros comerciantes y lugareños dominicanos han notado una escasa presencia de haitianos en la zona, situada en el sector San Carlos, en la calle Benito Juárez, del Distrito Nacional.

“Veo pocos en realidad”, dijo Kelyn Daniel, otro de los tantos vendedores informales que ha visto al “Pequeño Haití” como una fuente de hacer dinero mediante la comercialización de productos o artículos de segunda mano.

La situación, según residentes, se ha dado tras el cierre de la frontera que dispuso hace seis días el presidente Luis Abinader, como una de las medidas de seguridad nacional por la construcción de un canal de riego que pretende desviar aguas del río Masacre, del lado de Haití, y por la inseguridad que vive ese país a raíz de las bandas criminales.

Los haitianos que aún permanece allí sobreviven de diferentes maneras: venden flores, productos de belleza y comida chatarra, así como frutas y vegetales, mientras conducen triciclos improvisados.

También, carga o descarga de camiones colmados de sacos de cebolla, ajo o arroz. A pesar de las limitaciones legales, tratan de salir adelante sin preocuparse por el mañana.

Silencio

“No hablo español”, fueron las tres palabras que pronunciaron algunos haitianos al ser abordados por un equipo de este diario durante un recorrido por el “Pequeño Haití”.

Muchos se rehusaron a hablar, pese a dominar el idioma; mientras que otros se mostraron indiferentes y hasta con miedo. A lo lejos los rostros de unos haitianos reflejaron cierta suspicacia, como si se preguntaran: “Qué hacen por aquí”.

Además, un escenario hermético, como si algo extraño sucediera, imperaba en un perímetro del lugar. Intentar una conversación fluida con uno de ellos no fue tarea fácil, hasta que Jean Bertrand, un haitiano que se gana la vida como vendedor en un negocio mayorista de alimentos básicos, rompió el hielo.

“Conozco muchos (compatriotas) que se fueron voluntariamente (en el Pequeño Haití), contó Bertrand, de estilo “rasta”, con trenzas cortas, de color negro y barba tupida.

Sobre la situación diplomática que enfrentan República Dominicana y Haití, Bertrand manifestó que espera una “unión” entre ambos países, ya que “no se puede estar con problemas”.

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