Nueva York rindió homenaje a uno de los dos jóvenes policías asesinados hace una semana en un tiroteo en Harlem, símbolo del aumento de la violencia en la megalópolis que su nuevo alcalde, Eric Adams, quiere frenar con una política más represiva.
Miles de personas, la mayoría de ellas policías uniformados venidos de todo el país, se agolpaban frente a la Catedral de San Patricio y a lo largo de cerca de dos kilómetros en la 5ª Avenida de Manhattan, bajo el aguanieve persistente, preludio de la fuerte tormenta anunciada para este fin de semana.
Al término de la misa, el silencio colmó la habitualmente bulliciosa 5ª Avenida al paso del furgón con el féretro del joven policía de origen latino –como más del 30% de 35.000 uniformados de Nueva York–, que lo trasladaba al cementerio para ser inhumado.
Es un día “muy triste, triste por él, por su familia”, dijo a la AFP un policía negro que no quiso dar su nombre y que aseguró que “lamentablemente no será el último”.
La muerte violenta de jóvenes policías ejerce presión sobre el nuevo alcalde Eric Adams, un ex capitán de policía de Nueva York y no hace más que añadir descontento y frustración entre la policía.
“Es el momento más difícil en mis más de 20 años de carrera”, confesó a la AFP un sargento que pidió que no se cite su nombre. “Los ánimos están por el piso y mucha gente está pensando en jubilarse o incluso en irse de la policía”, dijo, frustrado por las “nuevas leyes restrictivas y las reglas internas”.