Los políticos dominicanos han hecho de la reelección un traje a la medida.
Cuando están en la oposición, la combaten con todas las energías y lanzan los más sórdidos epítetos para descalificarla. Y los ‘militontos’, aplauden a su líder mendaz.
De tanto mentir, embaucar, prometer y abrazar niños desnutridos en barrios, y mujeres desdentadas en cruces de carretera, amasar fortunas llegadas de narcotraficantes confesos y luego extraditados, que en Estados Unidos cantan más claro que un canario, la gente vota contra su contrario, y ¡Zasss! gana por minoría y se cree un rey.
Por eso son famosos Quirino Ernesto Paulino Castillo, César Peralta El abusador, Toño Leña, José Figueroa Agosto, Yamil Abreu y Miguel Gutiérrez. Todos forjaron vínculos sólidos con pro o presidentes reeleccionistas.
Una vez se ciñen la banda presidencial, ocupan despacho en el Palacio Nacional, pasan a administrar el Presupuesto General del Estado y la pandilla de adulones hace fila para lamber; la cosa cambia.
Ahí salen, atropellantes, todas sus carencias de seriedad, sus dotes de politiqueros y su desprecio por el pueblo al que tanto le rogaran que votara por ellos para impulsar el desarrollo, el bienestar y un futuro nunca antes visto.
De inmediato pasan a ser reeleccionistas.
Primero disimuladamente y hablando mentiras de que no se van a volver a postular, que son demócratas y privilegian estar con su familia, escondiendo sus ínfulas de poder y su apego por mandar.
Corriendo por ese sendero hemos visto a los presidentes constitucionales del postrujillismo, con la sola excepción total de Juan Bosch, y parcial de Leonel Fernández.
Solo Bosch fue coherente
Aunque mi balance del Bosch político es esencialmente crítico por sus reiterados desaciertos, muy perjudiciales para el pueblo dominicano, reconozco que no fue ladrón, llevó una vida austera y demostró que era anti-reeleccionista real.
El de Bosch es el único caso de un presidente dominicano en ejercicio que impulsa una reforma constitucional por una Asamblea Constituyente para establecer una educación laica y prohibir la reelección consecutiva de un gobernante que siempre se vale de todos los recursos del Estado para tratar de derrotar a sus oponentes.
Joaquín Balaguer ganó las elecciones en la primavera de 1966 luego de que la Constitución de 1963 fuera abolida por el golpe contra Bosch, y se sucedieran los gobiernos de facto y la agresión militar de Estados Unidos en 1965.
Tan rápido como el 28 de noviembre de 1966, ya era proclamada una nueva Constitución que no prohibía la reelección y le permitió a Balaguer imponerse a sus opositores en 1970 y 1974.
Los gobiernos del PRD
Entre 1978 y 1986 que gobernaron los perredeístas Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, la reelección estaba permitida, pero ninguno lo intentó dado que en el PRD eso no se podía ni plantear.
Aunque Guzmán se alejó bastante del PRD mientras estuvo en el poder y sus funcionarios golpearon los sindicatos, destruyendo al de Codetel y Metaldom e intentaron dividir a la ADP, la CGT y al Movimiento Campesino Independiente, sucumbió por suicidio, consumado el 5 de julio de 1982, seis semanas antes de pasar el poder a Jorge Blanco, su adversario-compañero electo el 16 de mayo de ese año.
En el nuevo milenio
Leonel, en su primer período 1996-2000, tampoco aspiró a reelegirse, a pesar de que la Constitución se lo permitía, porque la tradición boschista, los estatutos y la cultura política que imperaba en el PLD que lo llevó al poder, eran anti-reeleccionistas.
Hipólito Mejía, en 2002, azorado durante dos años por disponer de un poder que nunca soñó, se embarcó en ensuciar uno de los legados más conspicuos de José Francisco Peña Gómez, y se lanzó a una loca carrera por modificar la Constitución para habilitar su reelección, provocó una corrida bancaria, una crisis cambiaria, una crisis económica y una inflación descontrolada que hundió al país en la pobreza, pero que arruinó su reelección. Hizo, por primera vez, como Chacumbele.
Leonel aprovechó
Cuando Leonel derrotó la reelección de Hipólito en 2004, pronunció un discurso ante la Asamblea Nacional donde dijo que el PLD no había llenado todas las expectativas del pueblo en su gobierno anterior (que el mismo encabezó), pero que resultaría imperdonable que en esta nueva oportunidad, el PLD le fallara al electorado.
Aunque su PLD de entonces era anti-reeleccionista, el hecho de que Hipólito había habilitado constitucionalmente la reelección, y que Danilo Medina había perdido frente al PRD en el 2000, ‘persuadió’ a Leonel y sus seguidores internos de que podía y debía reelegirse. Lo intentó en el 2008 y derrotó a Miguel Vargas, candidato de un desnaturalizado PRD que había perdido sus esencias y sus glorias.
En 2009 Leonel impulsó una reforma constitucional y antes de ella un pacto con Miguel Vargas que volvió a prohibir la reelección consecutiva, pero eliminaba el nunca más, lo que tras salir del poder en 2012, lo habilitaba para aspirar en 2016.
Con esa Constitución que prohibía la reelección consecutiva, Danilo derrotó a Hipólito en 2012, que pudo aspirar, aspiró y venció a Miguel Vargas en la lucha por la candidatura, al beneficiarse de la no reelección consagrada en la Constitución del 26 de enero de 2010.
Pero en 2015, con la reelección prohibida constitucionalmente, Danilo cerró el paso a Leonel que se veía como el candidato natural del PLD frente a Luis Abinader que había derrotado internamente a Hipólito en el PRM, con otra reforma para poder aspirar.
Con todo el poder que le daba su condición de presidente de la República y dirigente importante de su partido, Danilo aplastó a Leonel en el todopoderoso Comité Político del PLD, que ordenó a sus legisladores pasar la reforma, se consumó, se postuló y derrotó a Hipólito por segunda vez.
Maniobras de Danilo
Al final de su segundo mandato, en 2019, Danilo se aprestaba –como yo había vaticinado en mis análisis desde 2017- a modificar otra vez la Constitución que disponía que él no podía presentarse jamás como candidato presidencial.
Leonel le salió al frente desde dentro del PLD, pero salió a las calles para manifestarse en contra de la modificación constitucional, se le sumó Abinader, la Marcha Verde y un gran cansancio de la población por las excentricidades de parte de su familia y sus allegados, los sobornos de Odebrecht, y la putrefacción del ministerio público.
Al desprecio interno contra el PLD se sumó el peligro de ingobernabilidad y Estados Unidos –algo más que Trump y Pompeo- levantaron la fusta y le advirtieron a Danilo que no contara con ellos para cambiar las reglas del juego para reelegirse.
Hasta ahí llegó Danilo. A pesar de que para complacer a Trump, Pompeo, y a la Unión Europea, Danilo reconoció a la morisqueta de Juan Guaidó como ‘presidente de Venezuela’.
Cerrado el paso a la reelección, Danilo no tuvo más remedio que enfrentar y vencer a Leonel con un candidato improvisado, Gonzalo Castillo, buen gerente, pero pésimo exponente de la política.
Salido Leonel del PLD, su meta fue contribuir a sacarlos del poder y para eso pactó con Abinader asientos legislativos y voto en segunda vuelta contra Gonzalo.
Solo días antes de las elecciones de 2020, Abinader y los ricos, pusieron en acción la “Operación remate”, arrojaron a Leonel fuera, inundaron la opinión pública con encuestas, repartieron millones entre estamentos del PLD y ahí están en el gobierno, haciendo lo indecible para tratar de quedarse.
¿Podrá consumarse la reelección de Abinader?
Daré mis opiniones el miércoles 1° de noviembre, que por coincidencia, es el Día de los Santos Difuntos.