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La vuelta por Nicaragua y México hasta tener un roce con el cártel de Sinaloa

Luis no recuerda cuánto dinero gastó en la travesía, pero sí que tuvo que renunciar a su trabajo para cobrar liquidación, vender una motocicleta y un carro

Carolina Pichardo

carolina.pichardo@listindiario.com

Santo Domingo, RD

Uno de los momentos más traumáticos para Luis durante la concurrida “vuelta hacia Estados Unidos’’ fue ver cómo miembros del cártel de Sinaloa obligaron a un migrante a inhalar cocaína como castigo, por no tener dinero.

Aquella escena pasó a semanas de haberse iniciado el largo recorrido de un mes que lo hizo pasar por al menos cuatro países hasta llegar al anhelado suelo estadounidense.

Luis no recuerda cuánto dinero gastó en la travesía, pero sí que tuvo que renunciar a su trabajo para cobrar liquidación, vender una motocicleta y un carro.

El 14 de septiembre de 2022, Luis tomó un vuelo rumbo a Nicaragua desde el Aeropuerto Internacional Las Américas. Allá su acompañante y él conocieron una persona que los transportó hacia la frontera con Honduras, desde donde tenían que tomar un autobús por 16 horas hasta llegar al paso para Guatemala. Pero antes era obligatorio conseguir un salvoconducto para transitar sin mayores riesgos en territorio guatemalteco.

“Porque cada vez que te pare migración, tienes que enseñar el salvoconducto para que ellos sepan que tienes el pasaporte al día”, dice el joven…

Al llegar a Guatemala, los recibió una persona que los llevó hasta un hotel, donde al igual que él había otros migrantes a la espera de que sea una cantidad prudente para seguir el camino. Allí permaneció un par de días.

Ya les tocaba dirigirse hacia el borde de Guatemala, pero antes de cruzar el río para llegar hasta México, los coyotes los reúnen en lo que describe como un “solar grande”, donde son organizados para luego montarse en una balsa.

Tras cruzar el río, los migrantes son llevados a una casa y posteriormente custodiados por personas motorizadas, quienes verifican el área y se comunican a través de una radio para saber si hay policías en los alrededores, hasta que los dejan donde unos taxistas que también están afiliados con los coyotes.

Estos conductores dejan a los migrantes en Tapachula, en la región de Soconusco, cercana al estado de Chiapas.

“Ahí uno busca un permiso que le llaman una visa humanitaria para uno poder transitar en México sin ningún tipo de problema pero eso no te lo dan de una vez, sino que tarda dos o tres meses”, explica.

Pero Luis no se quedó a esperar el permiso, más bien pidió “contactos” en la casa de Tapachula para trasladarse hasta San Pedro de Tapanatepec, en el estado de Oaxaca, donde hay una oficina del Instituto Nacional de Migración, y donde hasta ese entonces otorgaban permisos para permanecer en México hasta poder dirigirse a la frontera con Estados Unidos.

Cuando obtuvo el permiso, tomó un autobús hacia la parada central del norte de México, recorrido que duró casi tres días hasta llegar a la frontera de Baja California.

Ese camino no es color de rosa. Según Luis, el migrante debe llevar dinero en efectivo, preferiblemente pesos mexicanos, porque hay varios retenes de Migración.

“Ellos te dicen que ese permiso (San Pedro) no es válido para andar en autobús, sino para ir a pie, y te meten ese cuento para que les entregues dinero hasta 400 o 500 pesos mexicanos”, explicó.

Fueron tantas las veces que se detuvieron en retenes migratorios mexicanos, que llegó un punto en el que ya no tenía nada de efectivo.

“Dije, wow, no puedo seguir avanzando así, porque no tengo dinero, y si me paran más adelante para pedirme dinero yo no voy a tener, entonces no vale la pena que yo esté metido en el ruedo y no siga hacia adelante”, así que su plan fue esperar llegar hasta una parada de autobús, para ahí salir del vehículo, hasta que familiares le pudieran depositar dinero y compró otro ticket de autobús para seguir la “vuelta”.

Cártel de Sinaloa

Uno de los retenes por los que han pasado varios migrantes dominicanos, de acuerdo con las historias a las que ha tenido acceso Listín Diario, es el del cártel de Sinaloa, una organización criminal dedicada al narcotráfico y que ha tenido líderes como Joaquín “Chapo” Guzmán.

Confesó que en un principio no tuvo miedo de la organización criminal, porque cuando los conoció creyó que eran agentes migratorios regulares.

“Lo que hacen es, entra uno directo para el baño, se queda allá y hay dos más que te van revisando el pasaporte y cosas así, entonces ellos te dicen pase para allá (para el baño y ahí te quitan los tenis, le quitan las suelas, le quitan todo a ver si escondes… Si tienes algo en los bolsillos, no trates de esconderlo”, dice que le advirtieron.

Él vio cómo el cártel le quitó teléfonos caros, prendas y dinero a los migrantes y si no tenían nada, los bajaban. Además, si veían a una mujer que les parecía atractiva, la tomaban y bajaban del autobús.

Recuerda que un migrante cubano no tenía dinero ni nada de valor para ofrecerles a los miembros del cártel y se vio obligado a inhalar cocaína como castigo porque le dijeron que, de lo contrario, lo iban a matar.

Antes de llegar a la frontera de Baja California, ya no tenía nada de dinero. Y fue allí donde un coyote lo llevó a una casa donde se pudo bañar, y desde donde los trasladaron hasta el muro para caminar a la estación donde están las oficinas de Migración de Estados Unidos.

“Ellos te reciben ahí, tienes que hacer una fila y te montan en un autobús, y del autobús te llevan al procedimiento”, a partir de ahí los agentes migratorios les toman los datos biométricos y les toman fotos y piden contactos de sus familiares residentes en ese país.

Y de algo están muy claros: si el migrante tiene antecedentes penales en su país, no son aceptados bajo la petición de asilo.

“Hay casos que se toman dos o tres meses presos ahí hasta que una familia responda por ti, te ponen a pagar una fianza que la cantidad mínima es de 1,500 dólares y de hasta 15,000 dólares¨, dijo.

En su caso solo permaneció dos días hasta esperar viajar a Pensilvania, estado ubicado al noreste de Estados Unidos.

Pero el caso de cada migrante es diferente, dependiendo de cuánto pague o de si se quieren entregar a las autoridades.

Dijo que hay migrantes que prefieren cruzar por el desierto de Arizona para evitar pasar por el proceso judicial.

“Yo no se lo recomiendo a nadie tampoco. Sabes a veces la gente tú le dices que no hagan esto y creen que por mal y te dicen ah, pero tú estás allá en Estados Unidos, tú llegaste bien… Pero todos los sinsabores que uno pasa en el camino y uno pasa tanta hambre…”.

En uno de los hoteles donde se quedó, solo recibía refrescos con pan, jamón de mala calidad y pasta con ketchup. “Yo ni comía casi ahí”, dijo.

Desde el 7 de octubre está en Estados Unidos. Ahora dice que está haciendo las cosas “bien” para un mejor futuro.

“Aquí hay que fajarse de verdad, aquí ya uno ve la triste realidad de cuando la gente le dice a uno que esto no es fácil, pero ya uno está metido, ya uno lo que tiene es que echar para alante”, dice.

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