“Te piden que le envíes una foto con la ropa exacta con la que viajarás, pues con esa fotografía es que los “otros contactos” te reconocerán en el aeropuerto”
Carolina Pichardo
carolina.pichardo@listindiario.com
Santo Domingo, RD
“Este es el país de las maravillas”, dice Francisco, un migrante dominicano que al igual que miles de sus compatriotas, en los últimos meses de 2022, intentó irse ilegalmente a los Estados Unidos en busca de una mejor vida para él y su familia.
Para emprender la famosa “vuelta” por Centroamérica, camino al norte hasta llegar a Estados Unidos, Francisco ni siquiera tuvo que aventurarse a viajar sin un plan, porque según cuenta en el país hay personas que se dedican a organizar las rutas y cobran muy bien por ello.
“Aquí hay muchas personas que lo hacen, que tienen sus contactos, tú buscas la manera de llegar a ellos, uno siempre conoce a un pana que se fue”, explica.
Según narró el dominicano, le dijeron que “la vuelta” le costaría 8,000 dólares, de los cuales dos mil son para ellos, lo llevaron a una agencia de vuelos para comprar el boleto y fueron muy exigentes al pedir una fotografía con la vestimenta que usaría el día de salir de territorio criollo.
“Te piden que le envíes una foto con la ropa exacta con la que viajarás, pues con esa fotografía es que los “otros contactos” te reconocerán en el aeropuerto”, explicó. .
Este migrante dominicano entró por El Salvador y durante diez días atravesó tres países y dos fronteras, aguantó tortuosas caminatas, sueño, hambre y mucha incertidumbre, pero estando a punto de llegar a la potencia americana terminó regresando a su país.
La travesía de Francisco inició al abordar desde el Aeropuerto Las Américas y aterrizar en la capital salvadoreña. Una vez allí, lo montaron en un taxi hasta la frontera con Guatemala.
Pagó 350 dólares para que lo cruzaran hacia territorio guatemalteco donde sería recibido por otro contacto. “Me metieron en una casa, a la gente que vive ahí uno le da 20 dólares”, dijo.
Luego tomó un bus en donde no tardaron en pedirle sus documentos. Al no tener ninguno, le ofreció 300 pesos guatemaltecos al oficial, quién los rechazó pidiéndole 200 dólares.
Le dijo que no tenía dólares, pero no le creyó y le revisó todas sus pertenencias. Corroboró que no tenía esa suma de dinero y aceptó el soborno inicial. En ese momento, el policía le advirtió que en lo adelante habrá más retenes, por lo que le propuso que le diera 200 pesos a él y 100 al conductor, a lo que accedió.
Contó que el mismo policía le buscó una gorra negra y le dijo que se sentara del lado de la ventana para que en el camino no sea identificado por ninguna autoridad.
“De ahí yo no tuve problemas hasta la capital de Guatemala”, dijo. En esa ciudad lo esperaba un taxista que lo llevó hasta la frontera de esa nación con México por un costo de 500 dólares.
En la frontera, Francisco tuvo que esperar varias horas hasta juntarse con otro grupo de migrantes, entre ellos niños y mujeres, para poder abordar una balsa y luego continuar a pie. “Es un proceso súper peligroso, porque cuando comenzamos a caminar te advierten que si te cansas nadie va a ayudarte”, recordó.
Cuando llegaron a México se mantuvieron escondidos por cinco días en una casa de seguridad, allí la comida era precaria, por lo que muchas veces subsistían a base de energizantes.
Según relató Francisco, en la marcha hay momentos donde no pueden hacer el más mínimo ruido o movimiento para no ser detectados por la policía.
Este transporte se detuvo en el sitio donde el grupo debía tomar una lancha. “Cuando mi grupo iba en la lancha migración nos agarró a todos y nos mandaron para Tapachula, para una cárcel en donde te dan agua y un pan cada tres días”, dijo.
Las autoridades migratorias les dan tan solo 100 horas para que regresen a su país y aunque en ese tiempo podía llegar a la frontera con Estados Unidos, como originalmente era su objetivo, decidió no continuar.
“Yo lo analicé y si me hubiese quedado estaría preso”, dijo Francisco. A unos quince minutos de San Pedro, el migrante se devolvió cuando recibió la noticia de que la frontera de EEUU cerraría el 21 de diciembre, por lo que intuía no lograría completar “la vuelta”.
Decidió no arriesgarse, así que tuvo que “ir en reversa” de México hasta El Salvador, sin sueño americano y con qué pagar para regresarse desde ese punto.
En resumen, el viaje del migrante se prolongó por diez días. Salió del país rumbo a El Salvador el 13 de diciembre, atravesó Guatemala y llegó a las ciudades mexicanas Tapachula y Paredón el día 14, luego llegó a San Pedro el día 20 y se devolvió hasta llegar de regreso a su país el 22.
“Si conocen a alguien que está pensando en irse por ahí, dígale que lo piense bien, yo lo volvería a hacer porque conozco el sistema y tengo el valor, pero sé de personas que no pudieron hacerlo”, explicó.
“Yo quería echar para adelante, por mi familia, por mis hijos, porque tengan una mejor vida, pero algo me dijo en el camino que ya no siga… Yo tumbé el vuelo cinco veces y oré y le pedí al Señor que haga su voluntad y me devolví”, confesó.
“Una agencia se encarga de todo”
Otra mañana, un joven al que llamaremos Pedro, estaba sentado en la primera fila del Centro Galván. Estaba acompañado de otra chica, ella no iba a viajar con él. En un principio no lo querían vacunar porque no tenía el vuelo comprado. Luego convenció al personal y aseguró que lo haría esa tarde.
Él es originario de Valverde, Mao. Allí trabajaba como gomero en un taller de mecánica. Tenía la idea de irse desde hace mucho tiempo, pero no fue hasta el pasado noviembre cuando le comentaron por primera vez cómo era “la vuelta”. El plan era irse con otras 15 personas, todas de Mao. Y, aunque en un principio no estaba seguro de hacer la inversión y el riesgoso viaje, fue convencido al ver que llegaron dos grupos de conocidos hacia Estados Unidos.
Según comentó, hizo el proceso a través de una agencia de viajes en Mao, que en su caso fue la encargada de hacer las gestiones. Dijo que la oficina tiene contactos con coyotes y autoridades mexicanas y además le hizo el trámite para conseguir la visa mexicana y asegurarse de que todos los documentos estuvieran al día.
Pedro consideraba que ir directamente a México era la ruta más segura “para no coger la lucha por la selva del Darién o por Guatemala”.
Al llegar a Estados Unidos tenía previsto quedarse en casa de una prima residente en Nueva York.