Ser el deportista mejor pagado en Estados Unidos trae afanes con los que lidiar y no están limitados a los 24 depósitos en una temporada.
Cuando las cosas no están resultando —porque las malas rachas son inevitables—, un fulano impulsará narrativas que intenten mostrar lo que está pasando.
Esos rumores, que (a veces) se dirigen con perversidad, cobrarán fuerzas si la situación les brinda una falsa apariencia.
De ahí que, si digo que Juan Soto no se siente conforme en el dugout (?), no está feliz con sus nuevos compañeros en los Mets (?), alguien caerá en ese “engaño creíble” porque está bateando .224.
En este momento se busca explicar las razones de su languidez, que no está bateando como nos tiene acostumbrados. Para dar con eso, se supondrá escenarios de una respuesta fácil.
Y eso es inventar narrativas, no apegarse a un análisis. Se toma como cierto en un momento donde en redes sociales nadie se detendrá a confirmar, pues ya tienen esa conclusión preconcebida.
Pienso en lo opuesto: identificar las causas. Entiendo que, con 55 partidos disputados, podemos apuntar a ello.
¿Qué sucede?
Soto está bateando .224 con un porcentaje de slugging de .393, mientras continúa embasándose (.352). Es decir, reduce sus éxitos en contactos y alcanza menos extrabases.
Lo conducen a reducir su producción, teniendo líneas ofensivas que apenas superan en 13% a la media (según términos de wRC+).
No obstante, fuera de cuando conecta la pelota, parece seguir siendo el mismo: recibe boletos con el 17% de las apariciones y termina ponchado en la misma proporción, ambos tendencias similares a su carrera.
Si busca la esfera, le sigue pegando duro: el 55.2% de los batazos recibe calificación de fuertes (95+ mph en velocidad de salida).
¿Cuándo?
Posterior a que los Mets le confiaran su futuro, dándole el recordado acuerdo de US$765 millones por 15 años.
En un contexto que le necesitan de urgencia: batallan la división con los Phillies, marchando en segundo lugar con récord de 34-22.
Mientras se sumergen en la pelea, su toletero multimillonario lleva de 54-7 en los últimos 15 juegos (.130). Ha terminado una serie de tres partidos contra White Sox y no tuvo hits, que es el padre de los colmos.
¿Por qué?
Ya vimos que no está ponchándose, sigue pegándole fuerte. Sin embargo, no batea. Hay razones más poderosas.
Por su comportamiento frente a los lanzamientos, en términos de slugging, es un matador de rectas (.520), pero no es lo mismo con rompientes (.206) o cambios (.400).
Además, está en una campaña donde el 52.5% de sus conexiones van a la tierra, y cuando realiza eso batea para .188.
En 2024, que concluyó con 41 jonrones, el 28.9% de sus batazos se clasificaron como “topped” (o metido arriba de la pelota). Esta vez, aumentó a 33.1% y, en esa acción, promedia .056.
Es la zafra en que menos swings está realizando, en general como dentro de la zona (34.4 y 54.6%), así como en la cual, paradójicamente, menos intentos falla (19%).
Esto, a la vez que consigue su mejor proporción de contactos en el cuadrante (88.3%), aunque la peor cuando intenta irse con los de afuera (53.8%).
No obstante, está “desaprovechando” la velocidad de su swing. Con estadísticas disponibles para los últimos tres años, registra la más baja de sus tasas de “swings rápidos” (38%), esto es, aquellos con más de 75 mph.
La primera parte de los datos reclama la necesidad de ajustes: lo insostenible que es pegarle debajo a la pelota o terminar dando roletazos. Lo resolverá la trayectoria de su swing.
En segundo lugar, conocemos la paciencia característica (esas bases por bolas y buenos turnos no caen del cielo), pero ¿qué le desmotiva a no regresar los intentos a marcas de carrera, cuando le tiraba a cerca de un 60% de los lances en la zona, no menos?
Para rescatar la idea de este escrito: la preocupación. Existen cosas que alerten de su nivel de juego, que inician porque las estadísticas básicas son horrendas. ¿Qué pasa con su slugging?
“Creo que está cómodo, pero, repito, todo es nuevo. No solo un equipo nuevo, sino también el nuevo contrato, las expectativas”. –Carlos Mendoza, manager de los Mets, en relación a Soto.
Sin embargo, la inquietud no viene de eso. Está en ver que sus promedios esperados —que estiman la producción de acuerdo a velocidad de salida y ángulo de contacto en un batazo— terminen siendo con los que acabe la temporada.
Esos numeritos llaman a tener paciencia y que la preocupación sea que los alcance. Según la calidad de las conexiones, Soto debería postear .294 en promedio de bateo y .569 de slugging.
¡Ese sí se parece al mejor pagado!