Para llegar a la casa de Gloria Aracena Sánchez hay que pasar por un estrecho callejón, entre piedras y tierra mojada se llega a una pequeña casa de zinc, ubicada en la Laguna de Pablito del sector Los Guaricanos, donde al entrar se puede ver que una tormenta pasó por el lugar y arrastró todo a su paso, dejando su hogar casi deshecho.
Cojeando y con la visible cicatriz de una herida que la alcanzó en un accidente ocurrido hace unos años, la señora Aracena dejó pasar al equipo de Listín Diario a su humilde morada, la cual permanece oscura y húmeda luego de que la tormenta tropical Franklin, que atravesó el país entre el pasado martes y miércoles, causara estragos en la vivienda en la que reside junto a su hijo, la esposa de este y sus dos nietas.
Con visible aflicción, la señora narró que ver su casa inundada ha sido algo común desde que se mudó en el pequeño espacio hace 22 años, donde con esfuerzo ha criado a sus tres hijos y cada vez que ve la lluvia caer ve como sus ajuares y pertenencias quedan inservibles con el agua, pues no tiene otro lugar a donde ir.
La señora, quien desde hace cuatro años se vio en la obligación de dejar de trabajar, narró que luego de recibir la noticia de la muerte de su madre, sorprendida y sumida en la tristeza, salió a cruzar la calle, de repente se sintió mareada, cuando fue embestida por un motorista, el cual le causó una herida en su pierna izquierda y de la que, luego de varias intervenciones quirúrgicas, aún no se ha podido recuperar.
En este choque se le rompió el hueso de la tibia y desde entonces ha sido operada en dos ocasiones, posterior a este suceso se vio obligada a gastar todo lo que había ahorrado para la reparación de su casa, este hecho la dejó arruinada económicamente.
“Si yo no hubiera tenido ese accidente, lo que yo tenía de ahorros eran para hacer mi casa, tuve que gastarlo en medicamentos, me han operado dos veces y tienen que operarme de otra vez”, se lamenta Aracena.
La dama explicó que hace unos tres meses se encontraba en el proceso de hacerse la tercera cirugía, pero recibió como diagnóstico, anemia y una bacteria en el hígado, por lo que tuvo que posponerse.
Sostuvo que se encuentra en tratamiento con un gastroenterólogo y recibe asistencia en el hospital Ney Arias Lora, pero, pues aunque cuenta con seguro médico, el proceso se ha retrasado debido a la falta de recursos.
“A veces yo me voy de aquí (de su casa), a las cuatro de la madrugada y llego a las cinco o a las seis y llego en ayunas, porque el dinero nada más me da para el pasaje, al hijo mío, a veces yo le pido y nada más tiene para pagarme el pasaje”, sostuvo.
Indicó que debido a esta situación, no ha sido capaz de recuperarse económicamente para arreglar su casa, y que cuando empieza a llover, ella y su familia se trasladan a los hogares de vecinos que le extienden su mano amiga, sin embargo, las cosas que no puede subir encima de las mesas o posicionar en lugares donde el agua no alcance, se vuelven inservibles.
Cuenta que su hijo de 25 años, que convive con ella, aunque se esfuerza por ayudarle, trabaja en una ebanistería haciendo “chiripas”, por lo que sus ingresos son insuficientes para las reparaciones del hogar y los gastos médicos.
“Tengo la fe en Dios de que cuando me operen, quizás pueda caminar bien, porque una mujer de 51 años puede trabajar, yo me siento joven, con fuerzas”, afirmó la mujer, quien aun en medio de la situación, se mantiene firme y esperanzada.
Sectores inundados
Cada vez que llueve, los moradores de la Ribera del Ozama no duermen con la preocupación de que eventualmente el río del mismo nombre podría subir en cualquier momento. Algunos se cuestionan el porqué los lugareños no se mudan a otros lugares, la respuesta es simple para ellos, pues explican, que no tienen a dónde ir.
Con el paso de la tormenta Franklin no fue la excepción, varios hogares de zonas aledañas se vieron afectados por las lluvias, motivo por el que tuvieron que evacuar la zona rápidamente, y ser distribuidos en albergues y lugares cercanos
Tal es el caso de Yamileth Martínez, quien reside sola con su hija, en el lado este de las orillas del río, narró que cuando empezó a subir el agua, como de costumbre, subió sus ajuares a los lugares más altos de su pequeña casa de tabla y zinc.
Martínez dijo que cuando el agua empezó a subir, recogió lo que pudo y amaneció en una iglesia cercana.
La misma situación vivió Manuela Reyes, quien con varias cubetas y una escoba todavía sacaba los restos de lodo que entró al lugar, de la vivienda en la que reside junto a su esposo y sus tres niños. “Esto hizo un desastre aquí”, manifestó.
Expresaron que hasta ese momento (ayer jueves), no había pasado ninguna de las autoridades competentes en su ayuda.