Durante su participación en el programa Democracia TV, el Dr. Deomedes Olivares y el Lic. Miguel Cabrera abordaron con contundencia la práctica de “maquillar” sectores marginales para impresionar al mandatario.
“Cuando un presidente quiere transformar un barrio, a mí me encanta que el presidente vaya, Miguel, a los barrios, porque asfaltan las calles, recogen la basura y hasta le dan una pinturita para engañar al presidente.
Aquí hay gente que le juega sucio al presidente. Usted le juega sucio cuando lo lleva a un barrio olvidado, donde nunca ha pasado un camión de basura, y ese día mandan diez camiones temprano en la mañana, recogen todo, lo ponen bonito, arreglan las plantas… y cuando el presidente pasa, dice: ‘¡Qué bonito trabajo hace el ayuntamiento!’ Pero la verdad es que solo hicieron ese trabajo ese día, para engañarlo.”
—Dr. Deomedes Olivares
Estas declaraciones reflejan una preocupación genuina por la manipulación de la realidad con fines políticos, un fenómeno que no se limita al ámbito local. En ese mismo espíritu de crítica a las apariencias y la ineficiencia, Elon Musk anunció su renuncia como asesor del presidente Donald Trump.
El empresario sudafricano publicó el miércoles en su cuenta de X:
“A medida que mi tiempo programado como Empleado Especial del Gobierno llega a su fin, me gustaría agradecer al presidente @realDonaldTrump por la oportunidad de reducir el gasto superfluo. La misión del @DOGE solo se fortalecerá con el tiempo a medida que se convierta en una forma de vida en todo el gobierno”.
El DOGE —siglas del Departamento de Eficiencia Gubernamental— fue una propuesta impulsada por Musk para reformar el gasto estatal. Aunque inicialmente aspiraba a eliminar dos billones de dólares del gasto público, la cifra se redujo a 150 mil millones, tras enfrentar resistencia interna y numerosos litigios.
“La situación de la burocracia federal es mucho peor de lo que pensaba”, declaró Musk al Washington Post. “Sabía que había problemas, pero realmente es una batalla cuesta arriba tratar de mejorar las cosas en Washington, por decir lo menos”.
Ambas denuncias, desde trincheras distintas, apuntan a un mal común: la simulación institucional. Ya sea en barrios periféricos o en los pasillos del poder federal, la verdad parece ser una víctima recurrente del maquillaje político.