Francisco Balbuena, de 86 años de edad, se encuentra sentado en las afueras de su vivienda, disfrutando de los primeros rayos del sol mientras rompe el ayuno de la noche anterior.
Al recordar toda su vida habitando en El Café de Herrera, ubicado en Santo Domingo Oeste, y observar a la gente pasar por las calles del sector; Balbuena reflexiona con una mezcla de nostalgia y emoción cómo el tiempo en este lugar ha pasado cambiándolo de manera extraordinaria.
“Aquí en El Café había más o menos desde aquí de Guajimía hasta la salida de la Isabel Aguiar más o menos 15 casas y hoy deben haber más de 50 mil”, comenta al señalar la zona urbanizada de lo que anteriormente solo era un área poco accesible y carente de comodidades básicas.
Servicios tan esenciales como acceso a agua potable, recolección de basura, suministro de energía eléctrica y atención médica representaban toda una travesía que obligaba a los residentes de aquel entonces a trasladarse con animales, como caballos y burros, de medio de transporte a lugares donde pudieran adquirirlos con más facilidad.
Si hace una retrospectiva sobre esos momentos con la actualidad, le resulta inevitable comparar cómo las condiciones de antaño de una manera u otra persisten incluso en el presente.
Refiriéndose a la instalación de suministro de agua, indica que aunque en un principio todo se mantenía estable, “ahora mismo está fallando mucho porque tienen un sistema que abren la llave, más o menos, por sector y creo yo […] que no la abren suficiente”. Alega además que suelen recibirla una o dos veces por semana, nada más.
La falta de energía eléctrica prolongada suele extenderse hasta por 10 horas durante dos o tres veces en la semana, lo que compromete la seguridad ciudadana, la economía local y demás aspectos de la vida cotidiana.
Muchos afirman que pagan luz sin tenerla.