José Lois Malkun
El ministro de Educación señaló que son menos del 7% los haitianos que asisten a las escuelas públicas. Eso quiere decir que probablemente es de un 6.9%, que de 2.6 millones de estudiantes son, nada menos que, 183 mil estudiantes. Si dividimos el presupuesto de educación (RD$297 mil millones en el 2024) entre el número de estudiantes, el resultado es de 114 mil pesos por estudiantes. Multiplicado por 183 mil, representan 23 mil millones de pesos anuales. Explica el ministro, con razón, que los niños dominicanos que están en España o Estados Unidos de manera irregular, no los dejan fuera del sistema educativo.
Pero esta explicación requiere algunas aclaraciones: Primero, a este número de estudiantes hay que agregarle el problema en el sector salud donde de 108 mil partos registrados en el 2023, un 35% fueron de madres haitianas. Y segundo, eso no incluye las demás atenciones de salud a extranjeros que en un 99% son de origen haitiano. Esto representa, de acuerdo con el ministerio de Salud, unos 15 mil millones de pesos al año.
República Dominicana no es España ni Estados Unidos, que pueden darse ciertos lujos con los inmigrantes que nosotros no podemos.
¿Se imaginan a un país en vías de desarrollo y con una pobreza de 22%, dedicar un 3.5% de su presupuesto de gastos para atender necesidades de extranjeros en condiciones irregulares? ¿Dónde el 13% del presupuesto de salud se gasta en atención médica a extranjeros, mayormente de origen haitiano?
Si sumamos los gastos en salud y educación para atender inmigrantes de origen haitiano, estamos hablando de unos 38 mil millones o un 0.5% del PIB.
Esto se produce en un escenario donde el gobierno busca impulsar una reforma fiscal para aumentar las recaudaciones en 1.5% del PIB.
En conclusión, no sugiero eliminar esas atenciones a los ciudadanos haitianos, pero es bueno poner al mundo al tanto de esta realidad para que no sigan jodiendo con el país acusándolo de racismo y discriminación contra los haitianos.
Es un gasto insostenible para las arcas del Estado y, aun así, le seguimos ofreciendo una mano amiga a nuestros vecinos, que lamentablemente, su odio ancestral hacia nosotros les impide reconocer o agradecer. Mucho menos lo hacen algunos organismos fanáticos de Naciones Unidas.
Finalmente, no hablamos de la cantidad de inmigrantes haitianos en el país, que puede rondar el millón y medio, mayormente con estatus irregular. Tampoco del inmenso costo que representa salvaguardar nuestras fronteras.
No subestimemos el lobby haitiano. Es un pulpo con cientos de tentáculos.