Política

Productores agropecuarios ante la reelección de Abinader

Hipólito Mejía y Eligio Jáquez fueron los pioneros en expandir desde el gobierno (2000-2004), la producción masiva de vegetales en ambientes controlados.

Esa limpia producción, exquisita, tenía un triple mercado asegurado: exportaciones a Estados Unidos, Europa e islas del Caribe; complejos turísticos y abastecimientos a supermercados, mercados, ferias, colmados, ventorrillos y furgonetitas.

Esa producción no salía del aire. Eran empresarios que abrazaban las nuevas tecnologías para plantar cosechas de mucho mayor volumen, con millonarias inversiones –y riesgos–, en pocos metros de terreno.

Atrás quedaron los tiempos en que para producir un camión de tomates había que depredar veinte tareas, prenderles fuego, destaconarlas, habilitarlas, llenarlas de fertilizantes, fungicidas, acaricidas, herbicidas, inundarlas por regadío, dejarlas meses expuestas a lluvias intensas o sequías.

Si había suerte de que lloviera proporcionadamente y no se presentaba una estación seca, habría producción.

Entonces se recogería una cosecha dispersa en un terreno a desnivel donde el lomo de un hombre o de un mular, hacían el acarreo.

Los invernaderos –de Hipólito y Eligio– multiplicaron la producción y redujeron el perímetro de germinación, cultivo, crecimiento, cuidado y recolección, con el favorable agregado de que al salir al mercado, los camiones entrarían al huerto para luego ir a aeropuertos y puntos de distribución a suplidores.

Cuando terminó en fracaso total el gobierno de Hipólito –y su intento de reelección–, regresaron al poder los peledeístas.

Entre los tollos que cometió el PLD en el nuevo gobierno, estuvo enviar un expediente a la Justicia acusando a Eligio de alterar los costos de la inversión del gobierno en los invernaderos.

Tan pronto vi eso, escribí un artículo para decir, de forma muy categórica, que defendía las acciones de Hipólito y Eligio impulsando los invernaderos, porque los peledeístas no conocían nada de eso. Lo que a ellos les parecía muy caro, era una bagatela en comparación con el ahorro en daño ambiental y en rendimiento de la producción, en cultivos a cielo abierto.

He ido frecuentemente a las lomas contiguas a Rancho Arriba, donde luché por años junto a los campesinos, y me he maravillado de ver el nuevo monte que se tira sobre las carreteras en lugares que antes eran laderas peladas por el conuqueo. Los invernaderos fueron un éxito por partida doble.

Ahora es lo contrario

En el gobierno de Luis Abinader-PRM, donde Hipólito es el jefe político de Fernando Durán, administrador del Banco Agrícola, y de Límber Cruz, ministro de Agricultura, todo lo derrumbaron.

Ahora el dinero público no fomenta la agropecuaria sino que es para un grupito de importadores de alimentos agropecuarios, apoyados en el Congreso Nacional de Alfredo Pacheco y Ricardo de los Santos, confabulados para destruir lo que queda de la agropecuaria, aprobando importaciones de alimentos, libres de arancel, desde países que no forman parte del DR-CAFTA.

Desastres naturales

Si lo anterior fuere poco para quebrar el campo, el gobierno de Abinader les da la espalda totalmente a los productores ante los desastres naturales y el azote de plagas, a pesar de que cuando ocurren, el mismo Presidente se compromete a auxiliarlos.

Su palabra, y la de los funcionarios del sector agropecuario, ruedan como el agua por las cañadas.

Voy a los hechos. En agosto pasado, el huracán Franklin arruinó los cultivos de toda la banda oeste del país, dejando daños cuantiosos en Barahona (plátanos), San Juan-Elías Piña (habichuela, cebolla, auyama), Azua (plátanos, guineos, auyama), San José de Ocoa (invernaderos de tomates, ajíes, tallotas –gramática correcta–, berenjenas)…

Expectante el país con ese desastre a la producción nacional, el gobierno y sus cotorras mediáticas alimentadas con el dinero público, salió a prometer que Abinader iría con recursos a ayudar a recuperar la producción.

¿Qué hizo? Por los agricultores, ¡nada! A los importadores de alimentos… les aumentó la cartera de préstamos para que trajeran carne de cerdo y de pollo de Brasil, cuando los porcicultores se van a la ruina por esa competencia y la afectación de la fiebre porcina, que entró al país porque el cambio de Abinader botó a todos los técnicos de sanidad vegetal en puertos y aeropuertos.

Ante ese evento climático, Abinader reunió un Consejo de Ministros (¿) y determinaron que los daños del ciclón Franklin conllevarían una inversión inmediata de 5,100 millones de pesos.

Para solo poner un ejemplo, en Ocoa, se cosechan 700,000 libras de tomates al año. Se arruinaron. ¿Cómo el gobierno de Abinader puede abandonar a su suerte ese esfuerzo?

La pregunta sale sola: ¿Cuánto invirtió el gobierno, de los 5,100 millones que prometió para recuperar la producción? En el campo, ni un centavo. En cotorreo propagandístico, no lo sé.

Con todos los daños de Franklin a cuestas, el 18 de noviembre vino, jalonado por “El Niño”, el torrencial más grande que registre la historia sobre el territorio nacional.

El país quedó inundado, la capital tenía todos los parqueos subterráneos llenos de agua, con autos y jeepetas ahogados, y los invernaderos, otra vez, golpeados sin piedad, para no hablar de los productores a campo abierto, que tienen menos capital sin crédito.

Sin sonrojarse por no haber hecho nada para recuperar la producción que destruyó “Franklin”, el gobierno de Abinader salió otra vez –cual actor de cine- a prometer una intervención para recuperar el campo.

Tórrido, Abinader fue a Ocoa, en El Pinar, comprobó los graves daños provocados por la lluvia del 18 de noviembre, y prometió la “mano amiga del gobierno” para recuperar la producción y los negocios de los productores.

De noviembre al día de hoy… ¿qué le ha dado el gobierno?

Le pregunté a Raúl Gerónimo, dueño de un invernadero de más de 10,000 metros cuadrados en El Pinar. Me dijo secamente: ¡Nada!

¿Cómo que nada, Raúl, si Abinader dijo en Palacio, una semana después de las lluvias, en reunión del Consejo de Ministros, que el gobierno disponía de 8,000 millones de pesos –sin incluir a Obras Públicas– para hacer frente a los daños de los torrenciales? –le reclamé.

Raúl me dijo que las carreteras siguen destruidas, no han movido un tractor, las plagas se comen los cultivos de invernaderos y el Banco Agrícola, en lugar de considerar que los productores están en desgracia y sin asistencia, los asedia cobrándoles las deudas.

Raúl debe aproximadamente tres millones de pesos, vende una producción inferior que ahora no puede entrar a los mercados de Estados Unidos, Puerto Rico e Islas del Caribe, pero el Banco Agrícola de Fernando Durán (gloria eterna al Movimiento Popular Dominicano –MPD-) y Juan Rosario (oh, Partido Comunista Dominicano –PCD-), lo presiona para que pague totalmente su deuda.

Ese productor tomó préstamo, cultivó, fenómenos atmosféricos destruyeron sus invernaderos, el gobierno prometió ayudar, no les entrega un peso, no arregla la carretera, y ahora el Banco Agrícola le responde con presiones para que pague la deuda.

No hay dudas: la reelección de Abinader está derrotada en el campo. En los barrios, la reelección se hunde con la inflación y la inseguridad.

Hablamos luego, tío Juan.

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