PIERRICK YVON/AFP
Emek Hefer, Israel
Cuando los milicianos de Hamás asaltaron el 7 de octubre el kibutz de Omer Weiss en el sur de Israel, mataron a su padre y secuestraron a su madre. El jueves, el ejército israelí le comunicó que la habían hallado muerta y su mundo se volvió a desmoronar.
Yehudit Weiss, de 65 años, formaba parte de los alrededor de 240 rehenes tomados por los milicianos islamistas en su ataque y llevados a la Franja de Gaza, según las autoridades israelíes.
Como su casa en el kibutz de Beeri quedó devastada por el ataque, Weiss, su mujer y su pequeña bebé viven por ahora con unos amigos en la ciudad costera de Netanya.
“Los oficiales llamaron a la puerta y lo entendimos de inmediato”, dice a la AFP con los ojos llenos de lágrimas.
“Nos dieron el aviso y el mundo se hundió por segunda vez”.
No era la primera vez que llamaban a su puerta. Hace unas cinco semanas, las autoridades fueron a decirle que su padre Shmulik había muerto.
En las últimas semanas, Israel despliega una ofensiva en la Franja de Gaza para eliminar al movimiento islamista que controla ese territorio y recuperar a los rehenes, entre ellos un bebé, decenas de niños, numerosas mujeres y también octogenarios.
El jueves por la noche, el ejército comunicó que había encontrado el cuerpo de Yehudit Weiss cerca del hospital Al Shifa de la ciudad de Gaza, asegurando que había sido asesinada por milicianos islamistas.
El kibutz donde vivía se sitúa a solo cuatro kilómetros de la frontera de Gaza y quedó arrasado por el ataque: 85 residentes murieron y otros 30 fueron llevados como rehenes a Gaza o figuran como desaparecidos.
En el ataque del 7 de octubre, el más letal en la historia de Israel, los combatientes de Hamás mataron a 1,200 personas, en su mayoría civiles, según las autoridades israelíes.
La ofensiva israelí contra Gaza se ha cobrado al menos 12,000 vidas, entre ellas las de 5,000 niños, asegura el Ministerio de Salud de este territorio controlado por Hamás.
“RULETA RUSA”
Weiss, que trabaja en la imprenta del kibutz, afirma que él y su familia sobrevivieron a la masacre simplemente porque los milicianos no fueron a su casa.
Fue, según él, como el juego de la “ruleta rusa”: “Mis padres tuvieron mala suerte y nosotros tuvimos buena suerte”.
Él y su mujer, junto a su niña de dos años, se abrieron paso hasta un autobús abarrotado y escaparon. Pero no han podido olvidar las imágenes que vieron en su huida.
“Coches quemados con cadáveres dentro, muchos cuerpos esparcidos por la carretera”, dice a la AFP.
El autobús, explica, incluso pasaba por encima de algunos de los cadáveres. “Era la única forma de salir”, afirma.
Tras conocer la muerte de su padre, un mecánico de 65 años, Weiss y sus hermanos se aferraban a la esperanza de volver a ver a su madre.
“Todavía teníamos la esperanza de que mamá volvería y podríamos llorar a mi padre juntos”, relata.
Desde el 7 de octubre, él, como otras familias de rehenes en Gaza, no han recibido noticias. “Soportamos 40 días sin ni siquiera una pizca de información sobre mamá”, lamenta.
El funeral en honor de esta antigua enfermera tendrá lugar el domingo cerca de Netanya, donde descansará junto a su padre en una tumba temporaria.
Sus hijos confían en que algún día podrán enterrarlos en Beeri si el kibutz es reconstruido.
Pero antes de eso, Omer desea que muchos de los rehenes puedan ser rescatados.
“Nuestros corazones están con las familias de los secuestrados”, afirma.
“Buscamos ayuda de la Cruz Roja, de Médicos Sin Fronteras, de organizaciones de derechos humanos”, asegura.
También han escrito al ejército, al gobierno israelí y a representantes de la Unión Europea y Estados Unidos.
“Nadie nos ha respondido”.