Los candidatos presidenciales Sergio Massa, de la coalición peronista Unión por la Patria, y Javier Milei, del partido ultraderechista La Libertad Avanza, redefinieron de inmediato el tono de sus campañas luego de pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se realizarán el próximo 19 de noviembre.
La noche del domingo, ambos avanzaron al balotaje en una jornada que estaba plagada de incertidumbre y que, al final, modificó por completo los resultados de las elecciones primarias de candidatos presidenciales, llevadas a cabo el pasado 13 de agosto.
Ese día, Milei sorprendió al ganar la jornada y convertirse en el candidato más votado con el 30 % de los votos. Pero desde entonces se estancó por completo, lo que quedó demostrado la víspera, ya que obtuvo el mismo caudal de votos.
Massa, en cambio, en las primarias quedó en una debilitada tercera posición con un 21 % de sufragios, pero el domingo se alzó como líder con el 36,6 %, es decir, en solo dos meses aumentó 15 puntos.
Con este desenlace ahora Massa avanza como favorito pero, si algo se ha demostrado de manera reiterada, es que las elecciones no se ganan de manera anticipada.
Por ello, una vez que se confirmaron los resultados de la primera vuelta, ambos candidatos mostraron la estrategia que seguirán en las cuatro semanas que restan para tratar de ganar el balotaje.
Massa, por ejemplo, lanzó un llamado a la unidad y reforzó su imagen de político “serio”, en contraste con la “locura” de Milei, quien bajó el tono agresivo que lo ha caracterizado hasta ahora, se mostró más sereno y llamó a una alianza con la coalición de derecha Juntos por el Cambio.
Hazaña
La victoria de Massa en la primera vuelta desconcertó por completo a la oposición, ya que es el ministro de Economía de un país sumido en una grave crisis que combina niveles récord de inflación, devaluación, endeudamiento y pobreza.
Sin embargo, al funcionario le fue útil el miedo que Milei despertó el amplios sectores de la población debido a sus escandalosas y, en muchos casos, antidemocráticas propuestas y actitudes.
Además, Massa se puso la campaña al hombro como protagonista absoluto. Presumió que había asumido el ministerio de Economía en el peor momento de la crisis y que, sin él, la situación sería todavía mucho más grave.
Durante sus actos, evitó el acompañamiento del presidente Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, las principales figuras del Gobierno que están desgastadas por la crisis y por una fuerte pelea interna. De hecho, el candidato oficialista ni siquiera los mencionó en su discurso del domingo por la noche.
Por otra parte, en contraste con los gritos desaforados de Milei, Massa se presentó ante el electorado como un líder “normal” y en las últimas semanas aprovechó su doble rol de candidato y ministro para poner en marcha medidas que paliaran los efectos de la crisis.
Luego de ganar la primera vuelta, Massa consolidó el tono propositivo de la campaña con un nuevo eslogan: “Argentina sí”, y convocó a todos los sectores de la sociedad que creen en la democracia, la gratuidad de la salud y la educación y el diálogo, valores que Milei defenestra.
“La grieta se murió y empieza una nueva etapa el 10 de diciembre con mi gobierno”, afirmó al referirse a la pelea entre kirchneristas y antikirchneristas que ha marcado (y agotado) la vida política del país en los últimos 15 años. Por el contrario, Milei optó por revivirla.
Vuelco
Después de las elecciones primarias, Milei estaba tan confiado que incluso pensaba que podía ganar la presidencia en primera vuelta.
Pero, cuando se confirmó que estaba en segundo lugar, casi siete puntos por debajo de Massa, y sin haber sumado votos desde agosto, dio un giro discursivo completamente diferente al que había marcado su campaña.
Desde que irrumpió en el escenario político de Argentina, el diputado prometió “terminar con la casta”, en referencia a los políticos tradicionales del oficialismo y la oposición.
El domingo en la noche, en cambio, ofreció simplemente “terminar con el kirchnerismo”. Fue la manera de convocar el apoyo de Patricia Bullrich, la candidata de la coalición de derecha Juntos por el Cambio que quedó en tercer lugar y que siempre enarboló esa misma promesa.
“Estoy dispuesto a barajar y dar de nuevo con el objetivo de terminar con el kirchnerismo, porque más allá de nuestras diferencias lo que tenemos que entender es que enfrente tenemos a una organización criminal”, dijo a sabiendas de que Juntos por el Cambio concentra a un sector de la sociedad que odia al kirchnerismo y al peronismo, y que de ninguna manera votaría a Massa.
El problema es que durante la campaña Milei insultó de manera reiterada a Bullrich. En uno de los debates incluso la llamó “montonera asesina”, en referencia a la militancia que la excandidata tuvo en una guerrilla en los años 70.
Además, los votos no se trasladan en automático, y aunque Bullrich terminara apoyando a Milei, eso no es garantía de que el 23,8 % de sufragios que obtuvo el domingo se vayan directo para el candidato de la ultraderecha en el balotaje.
El principal escollo para la campaña de Milei sigue siendo él mismo, las dudas que generan su salud psicológica y sus propuestas, entre las que contempla la compra y venta de órganos y niños (al convertir la adopción en un mercado); la liberación de las armas de fuego; la privatización de la salud y la educación, y la negación de los crímenes de la última dictadura militar.
Por eso, en su primer discurso se mostró más sereno, con menos gritos, y solo profirió insultos para el kirchnerismo. En esa misma línea prometió que no iba a quitar ningún derecho social, un concepto que hasta el sábado consideraba “una aberración”.