Históricamente, El Paso ha sido una ciudad que recibe olas de inmigrantes que venidos del sur van rumbo al norte de Estados Unidos. En 1893 se fundó la Iglesia del Sagrado Corazón para acoger a inmigrantes mexicanos.
130 años después, la ciudad es escenario del drama de miles de personas que llegan huyendo de la muerte, el secuestro, la extorsión, el hambre, la miseria y otros tipos de violencia generalizada. Pero la cada vez más intolerante política migratoria de Estados Unidos les impide el paso.
En Texas, a solo cinco cuadras de la frontera con México, el padre Rafael García dirige el albergue Casa del Sagrado Corazón, con capacidad para 150 personas. A este barrio hispano de El Paso, el más pobre de Estados Unidos, llegan miles de inmigrantes cada mes.
“Un punto de escala”
“Desde diciembre, más del 90% ha sido de Venezuela. Han venido a través de todo lo que es el Tapón del Darién en el sur de Panamá, por todo Centroamérica y por todo México, que para ellos es la parte más difícil por las extorsiones, la corrupción, la violencia, hasta secuestros. Entonces han pasado mucho cuando llegan aquí. Hay mujeres solas, hombres solos, matrimonios, parejas con niños. A veces hay otros familiares también, aparte de papá, mamá y niños”, explica el padre Rafael García.
“Ahora hicimos estudios, la mayoría han sido ya procesados por inmigración. El grupo venezolano es el que menos apoyo tiene de familiares aquí en Estados Unidos. Porque muchos de los otros sí tienen a un conocido procesado, ponen su nombre, el patrocinador, y a qué ciudad van, así que la mayoría no se quedan. No es para quedarse aquí, quieren seguir a otros lugares y van a veces a Nueva York, Chicago, Miami. Esto es no más que como un punto de escala”, detalla.
“Muchos quieren trabajar”
Mientras tanto, muchos migrantes intentan conseguir trabajo, alguna actividad para sobrevivir: “Han ido a trabajar en el campo, la agricultura. Otros han conseguido trabajos para ayudante de construcción… Todo tipo de trabajo.
Algunas de las personas que han venido aquí con nosotros son profesionales. O sea, yo ya he hablado con ingenieros, personas que han trabajado en el campo de la medicina, enfermeras, maestros… Entonces son personas que están preparadas.
Además tienen profesión. Muchos de ellos quieren trabajar. Vienen porque la situación en Venezuela es pésima y por lo que nos reportan el salario oficial es de 5 a 10 dólares al mes”, recalca el padre Rafael García.
“Una de las cosas nuevas es que bajo el Título 8, cuando termina el Título 42, un cierto número de venezolanos pueden ser deportados a México. Hay un acuerdo entre México y Estados Unidos que México va a recibir personas de varios países, no solo de Venezuela”, concluye.